Simplemente genial. Teníamos ganas de ir y nos gustó mucho. Una cena de de primera. Ademas perfectamente equilibrada y con cantidades adecuadas. Nada bestial que te hipoteque la noche. Una de las peculiaridades que tiene el sitio es que no hay carta. Es un menú cerrado compuesto por un aperitivo, dos entradas, un pescado, una carne y postre con petit fours. El precio también es fijo de 49€ por comensal sin bebidas. Aunque el menú es cerrado no tienen ningún problema en cambiar cualquier plato por motivos de alergia y gusto. Así que al Restaurante Lua se va a dejarse llevar y a disfrutar.
Y también hay que destacar la sala y el local. Local amplio con techos altos y muy bien decorado. Por poner alguna pega, el aire acondicionado está justo encima de la zona central de la sala. Y nuestra mesa, justo debajo. Pero vamos que en cuanto se fue la mesa de al lado la movimos para que no nos diese directo. Eso sí, el sitio bien céntrico y con parking en la puerta de al lado.
Y a la comida que es lo importante. Lo dicho que el menú que «nos tocó» a nosotros fue muy muy bueno. Habrá que ir otro día para comprobar si mantienen el nivelón. Que el día que fuimos era muy muy alto. Pero en plan Tachenko.
Empezamos con una cervecita y nos sacaron unas aceitunas bien buenas, unas almendras marconas fritas y unas patatillas buenas.

Las cosas ya se empezaron a poner un poco más serias con unos snacks de falsa cerveza, aceituna y cherry de pimiento de piquillo relleno de crema de anchoa.

Después un mi-cuit sobre pan de cereales y cubierto con queso San Simón caramelizado… genial! Aquí además, llegamos a un problemilla usual que solemos tener y es que a Carol le dan alergia las nueces y el pan… las llevaba. Pero vamos que nos lo cambiaron por una ensaladilla de marisco también buenísima. Eso sí, el mi-cuit con queso era extraordinario. Una pena que la foto se vea tan mal. Lo siento.


Lo siguiente, un rissoto con algas wakame y tempura de langostino realmente de órdago. Los langostinas en tempura son un bocado fino finísimo. Un plato de esos buenos que te hace darte cuenta que lo que tú preparas comparado con eso es cómo compararte con Xabi Alonso jugando al fútbol. Ellos profesionales, tú un mindundi aficionado.

Después del último plato ya vas de lujo. El primer principal era un bacalao con un pilpil de «carbón y romero». El bacalao suave y sabroso y con un gusto a sarmientos que de ahí supongo que vendrá lo de «carbón». Muy bueno y el pilpil es de matrícula.

Y para terminar con los platos principales, carrillera glaseada con regaliz sobre puré de patata. El toque amargo del regaliz le da ese punto diferente que te deja flipado.

Por último el postre y mignardises. El postre era una ensalada de pan y chocolate que no empalagaba nada. Yo no soy muy de dulces y este destacaba por eso. Sabroso pero sin que te reviente. Y con el café nos sacaron unos bombones de chocolate blanco muy bueno.

Respecto a la bebida, pues probamos varios vinos durante la comida aconsejados por el sumiller. Empezamos con Riesling, uno más seco y otro más afrutado, y de ahí pasamos a copas de Vivencias 09. Un vino con DO de Segovia muy bueno y bien de precio.
Conclusión, un sitio de 10. Lo tienen todo, localización y sala muy buenas, buen servicio, sumiller majete y apañao, y sobre todo una comida espectacular. Productos de mercado pero elaborados de forma que te sorprende y quedas de lujo con quien vayas.