Zalacain – calidad y servicio por doquier

Por toda la historia que le rodea tenía un montón de ganas de conocer el Restaurante Zalacain y ver que había de realidad y que de leyenda de todo lo que había leído.

A destacar por encima de todo, el servicio. no es que sea yo un entendido del protocolo y demás, pero estoy seguro que rayan la perfección. Y esto hace que, junto con la ambientación clásica del sitio, sea perfecto para cubrir cualquier compromiso que se tenga con una persona de corte conservador. Vamos, con el hecho de que haya que ir con chaqueta y corbata ya lo dice todo. Pero esta formalidad es lo de menos e incluso casi necesaria, porque te vas a sentar delante de una vajilla y una cubertería que te va a dejar quitar el hipo y merece la etiqueta.

Y si a lo anterior, juntas una comida excelente, pues hace que este sitio lo que es, un templo en el que se come de lujo y te sientes burgués por un día. Que tiene su toque carca, pues sí, pero la visita merece la pena y es un comodín por si tienes algún compromiso de ese pelo.

Y venga, pasando a la comida que es de lo que realmente trata esto. Pues empezamos con esa obligada cerveza acompañada de los fritos de calamar y las croquetas. La cerveza, espectacular. Una copa de cristal preciosa y la cerveza fría en su punto. Me da mucho mucho coraje cuando vas a un sitio bueno, pido una cerveza, me abren un botellín, me lo echan en una copa y me cobran 5€. Esto tal cuál me pasó en el Ramón Freixá. Aquí no hay cabida para detalles de tan bajo pelaje. La caña cerveza te la van a cobrar, pero es de las que mejor me han puesto. Los fritos, pues buenos pero nada del otro mundo. Eso sí la bandeja de plata era para agarrarla y salir corriendo. Espectacular.

Oye y también hay que decir que te ponen tú mantequilla en la mesa. Esta buena pero para mi es totalmente dispensable. No como el pan de mantequilla del Ramón Freixá que es acojonate (esta por la pullita de antes). Eso sí, hay que tener detalles con los guiris que se dejan su pasta en nuestro país y ponerles pan y mantequilla. De hecho, me estoy acordando que fuimos el 4 de julio y se veían bastantes parejas de americanos.

Pedimos el menú degustación que consiste 3 entrantes, pescado, carne, sorbete y postres. La verdad que muy bien de cantidad y a los postres ya llegas bastante lleno. Ahora os comento plato a plato.

El primer entrante fue una sopa fría al curry con mejillones. Muy buena y refrescante. El toque de curry es suave y le queda realmente bien. Pero de ahí, pasamos a los langostinos a la plancha con una compota de tomate y ensalada de berros. Los langostinos, de buen calibre y sabrosos. El acompañamiento estaba sólo para figurar porque los langostinos se valían por si solos y ya empezaban a justificar la visita.

Langostinazos calibre espárrago de Navarra

Antes de seguir continuando en materia, quiero destacar el vino que nos tomamos. Después de ojera un rato las referencias, preguntamos que si un Luis Cañas Selección de la Familia sería adecuado. Y el archiconocido sumiller con más medallas que Oliver Aton, nos dijo que era muy buena elección, equilibrado y demás. Nos sentimos cuando aprobabas un examen y no sabías cómo. Pero la verdad es que el vino estaba realmente bueno. Muy muy recomendable.

Pero nos faltaba el entrante principal, por llamarlo de alguna manera. Dos raviolis exquisitos de hongos y oca que eran toda una delicia. Este plato considero que hay que probarlo obligatoriamente. Igual que el siguiente plato, que era una merluza a la romano con una salsa de lima limón me pareció bueno pero prescindible… los raviolis hay que probarlos.

Y después del pescado pasamos al steak tartar. Inicialmente este no se incluía en el menú degustación pero no tuvieron problema en cambiárnoslo. sin lugar a dudas, puedo afirmar que junto con el steak tartar de Sacha o de El Landó, ha sido de los que más me han gustado. El steak tartar venía acompañado de sus patatas soufflé perfectas.

Tras este manjar, nos tomamos un sorbete purificante y refrescante para hacer hueco para el postre. Ya sin mucho apetito pedimos los postres: milhoja de frutos rojos y el crepe Zalacain. Ambos estupendos pero a los golosos os recomiendo guardaros algo más que un hueco para el postre porque viene generoso.

Por último, un buen café con la gran teja almendrada y sus petit fours.

Tejón y petit fours!

Conclusión: un gran sitio que hay que conocer y en el que se disfruta tanto de la comida como del servicio y del lujo llevado a la mesa.

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