Hoy preparaos para una cena de verdad. Hace unas semanillas, por cortesía de nuestros amigos de Zagat y Google+ Local (antiguo Google Places), nos fuimos un grupete de amigos del bueno comer a cenar al Kabuki Wellington. El grupo éramos por un lado expertos de Google+ Local y por otro blogueros gastronómicos profesionales. Nosotros por ahora nos contentamos con estar en la primera categoría, jeje. El menú consistía en 11 platos, principalmente sushi, y lo mejor de todo, con maridaje de sakes. Para ello pudimos contar la estupenda presencia de Hiromi Okura, de los muy pocos o el único sumiller de España especializado en sake. Nos contaba que el sake que se toma fuera de Japón suele ser muy malo y por eso él los importa directamente desde allí. En general nos los sirvieron fresquitos y en copa de vino, como si fuera un vino blanco, y la verdad es que fue algo totalmente novedoso, porque tomados así no resultan nada fuertes, y lo cierto es que su graduación (15º) es casi la misma que la de un vino. Por lo visto cuando te lo ponen caliente o templado suele ser porque el sake no es muy bueno. Bueno, pues con un pequeño aperitivo, comenzamos con el primer sake. El sake era un Dassai Sparkling Nigori, el primer sake espumoso que pruebo y me encantó. Una mezcla entre cava y casera, jaja.
El segundo, un Dassai 50, muy suave también acompañaba a dos usuzukuri (un corte de sashimi, muy fino y al bies); uno de lubina a la bilbaina y el otro de mújol con mojo y papa canaria. Este segundo me encantó con su saborcillo canario picantón, aunque fue muy complicado de comer bien con los palillos.
El tercer sake fue un Masumi Okuden Kanzukuri, menos aromático. Nos los sirvieron con los dos plato siguientes, algo más contundentes: un bol de atún con huevo y patatas fritas; y tras eso una ensalada de langostinos rebozados en copos de maíz. Los langostinos muy buenos, aunque el maíz, que recordaba a los Kellogg’s me gustó algo menos. Lo que sí fue espectacular fue el atún picante con huevos rotos. Riquísimo!
El cuarto sake fue un Rihaku Dreamy Clouds, que se servía en una botella muy pequeñita y es muy aconsejable para acompañar nigiris. Y eso hicieron. Nos sirvieron primero uno de mero con panceta italiana. Brutal. La panceta le daba un sabor riquísimo además de untuosidad.
Tras eso una bandeja con tres nuevos nigiris, todos ellos con un toque digamos, desjaponizado. Hamburguesa con tomate especiado, huevo frito de codorniz con paté de trufa blanca, y pez mantequilla con el mismo paté de trufa. La hamburguesa muy rica, pero tampoco digna de este lugar. Los dos de trufa blanca sí me dejaron boquiabierto. Qué sabor tan intenso.
El último sushi fue un futomaki de huitlacoche y queso de Arzúa. el huitlacoche es un hongo mejicano que crece en el maíz y tiene un sabor muy fuerte y característico, y es considerado como una delicatessen allí. Me flipó. Aunque sí, tiene una pinta un poco fea.
Para el envite final nos sirvieron el último sake, un Sohomare Kimoto Junmai Ginjo, de los únicos todavía elaborados tradicionalmente y con ese sabor fuerte del sake al que estamos más acostumbrados. Nos dijeron que refresca la sensación de pesadez del teriyaki. Con este sake nos sirvieron el plato estrella de la noche. Una delicia inesperada. Costillas de wagyu en teriyaki.
Las costillas eran unos costillones de espanto pero se acabaron porque eran una obra de arte. Perfectamente hechas y sabrosas, se rompían únicamente con los palillos, hebra a hebra, e impregnadas del teriyaki caramelizado más delicioso que he probado nunca. Uf!
Para el postre, el chef Ricardo Sanz eligió algo de la tierra, con un pequeño toque japonés. Nos sirvieron unos minichurros con chocolate caliente, y un poquito de té verde (mactha) en polvo al lado que le daba un toque muy bueno al postre. Os dejo una fotillo interesante. Para elaborar el sake hay que pulir el arroz para dejar solo la parte interior. Cuanto más los pulas menos arroz te queda, pero también consigues un sake más suave. En la foto hay varios niveles de pulido de arroz. En la cena tomamos del 50%, 55%, 58% y 60%.
Tras una velada estupenda y divertida, algunos nos fuimos a tomar un gintonic para hacer la digestión al Shuzo, un barecillo en Jorge Juan regentado por un señor japonés muy amable y que pone unas copas fantásticas. Web: http://www.restaurantekabuki.com/
Menuda cena buena que nos dimos!! Ahora el que vaya a Kabuki Wellington… que no se vaya sin probar el maguro. Es de las cosas más ricas que he probado en mi vida.