Bienvenidos a uno de los restaurantes al que tengo más cariño: Casa Lucio. No solo porque es un sitio acogedor y agradable, en el que te hacen sentir como en casa, sino porque llevo yendo con mis familia y también con amigos desde que tengo uso de razón. A pesar de haber estado decenas de veces todavía no me había lanzado a escribir sobre él, pero aprovechando una cena la semana pasada, esto queda solucionado.
Lucio lleva abierto ya casi 40 años, siempre bajo la atenta dirección de su dueño Lucio Blázquez, que además de ser una magnífica persona es un trabajador nato y para mí forma parte de la historia de la gastronomía madrileña. Lucio, con sus 80 años ya, sigue regentando su restaurante, donde le puedes ver todos los días saludando a los clientes, dirigiendo el servicio e incluso ayudando a servir o recoger las mesas. Lucio lleva en este restaurante desde que tenía 12 años, cuando era el Mesón del Segoviano, donde trabajaba para su dueña, y a quien le compró el restaurante varios años después para continuar el negocio.

Lucio, además de por su comida, es famoso por la gente que lo visita, siempre de lo más variopinta. Es extraño que cuando vas no veas a algún famoso o persona importante. El otro día estaba la entrada llena de policía y seguridad, porque estaba comiendo allí el Presidente de Austria en una mesa grande, y también vimos a algún famosete de la tele.
Lucio tiene una carta que yo creo que no ha cambiado casi nada en toda su historia. Es cocina tradicional, con la calidad y el esmero llevados al extremo. Siempre es buena costumbre empezar la comida con una cervecita bien tirada en la barra, donde te pondrán un platillo de boquerones tremendos, acompañados de aceituna. Me vuelven loco.
Luego ya en la mesa pedimos unos entrantes y un plato para cada uno. De primero una ensalada de la casa, bien hermosa y bien aliñada. En Lucio es bueno hasta el pan, en forma de rosca, de toda la vida.

El segundo entrante son los obligatorios huevos rotos de Lucio, que no sé si inventó él, pero está claro que los perfeccionó y no conozco ningún sitio que los haga tan bien como él, en su perfecto punto, con la patatita blandita y rebosando yema. Otras sugerencias para empezar son las verduras, el mejor jamón ibérico, los callos, o (cuando las hay) las mejores angulas.

De vino pedimos siempre el tinto de la casa, que es un Rioja Marqués de Cáceres 2009 embotellado para Casa Lucio. Yo de segundo normalmente no innovo mucho: me muevo entre tres platos, que son para mí las tres estrellas de la casa después de los huevos, y que poca gente en Madrid o España puede igualar: el steak tartare, el filete especial y la merluza a la romana.
Mi hermana en este caso pidió el Filete Tártaro, que ya sabes que no falla. Perfectamente cortado a cuchillo y aliñado. Antiguamente lo traía el propio Lucio a la mesa y te lo aliñaba delante tuya a tu gusto. Hoy en día te lo traen preparado desde cocina, aunque si lo pides seguramente te lo pueden aliñar en la mesa igualmente, aunque no por el maestro.

Mi hermano esta vez se aventuró y pidió rabo de toro, y la verdad es que no acertó. Creo que es la primera cosa que pruebo que Lucio no borda, y eso es raro. Aunque no estaba malo, el sabor, con pimentón, recordaba más a ragú que al típico rabo de toro.

Mi padre y yo pedimos el filete especial, un filete de entrecot sobre una cama de patatas, que está para quitarse el sombrero. Con un grosor perfecto para que esté jugosa la carne, pero no poco hecha, y un sabor impresionante, es una gozada. Eso sí, al ser lomo alto es siempre un poco más dura la carne que por ejemplo un solomillo, pero eso depende de gustos. El solomillo por supuesto también lo bordan aquí.

Apreciad en esta foto el color de la carne, que no estaba cruda.

De postre la gran estrella de la casa es el arroz con leche, y a mí también me vuelven loco sus natillas. El día de la cena probamos también el pan perdido, un pudin de torrijas muy muy rico y que acaban de introducir en la carta. Y por último para rematar, un plato de picotas. En Lucio tienen también de la mejor fruta, y siempre unas picotas enormes que da gusto comerlas. Eso sí, las cobran caritas, ojo.

Tras la comida cayó la copita de la casa, que es imprescindible para hacer bien la digestión. En conclusión: si queréis conocer una verdadera taberna ilustrada, con producto de la mejor calidad y el mejor servicio, formado por camareros que llevan toda su vida en el sector, pero siempre llenos de ganas de agradar, no dejéis de acudir a Lucio, que os acogerá con los brazos abiertos. Recomendación: si es posible, que os den mesa en los salones de abajo. Y reservad, porque no hay día que Lucio no llene!
Lucio tiene otros tres restaurantes: El Landó y el Viejo Madrid, donde podéis disfrutar casi de la misma carta y servicio, y la Taberna los Huevos de Lucio, de la misma calidad pero algo más informal.
Precio: 48€
Web: casalucio.es
<br /><small>Ver <a href=»https://www.google.es/maps/ms?msa=0&msid=209612217098806631390.0004c1435dff316b0d193&hl=es&ie=UTF8&t=m&ll=40.412883,-3.709114&spn=0.001961,0.003433&z=18&iwloc=0004de4dd42199ed0861a&source=embed» style=»color:#0000FF;text-align:left»>Salivando Mapa</a> en un mapa más grande</small>