Monumental como Caceres. No se me ocurre otro adjetivo para el restaurante Atrio. De los mejores que he estado en mi vida. Chef, maitre y sumiller hacen que la experiencia sea aún más grata y no sólo se limite a la comida. Su filosofía la reflejan muy bien en esta entrevista. Y la experiencia de Toño Perez en este link.
El emplazamiento increíble. Edificio histórico, perfectamente restaurado y con una decoración interior impecable. Tuvimos suerte y desde nuestra mesa se veía la cocina. Donde se veía a un chef que no paraba.

Pues nada una vez sentados en la mesa. Empezó el carrusel. Este post va con mucha foto y poco texto. Así que mejor.
Empezamos con los snacks.

Y después la elección del menú el cuál sorprende por lo excelente de los platos, lo marcado de todos los sabores (la limpieza extrema de los productos y emplatado sensacional) y sobre sobre sobre todo, los platos son muy frescos e ideales para el verano. Mi próxima visita, sin duda que será en invierno para ver el contraste en la carta. La verdad es que la diferencia en precio entre los de menos platos y el gastronómico era de… 10€!! Así que te obligan a que te pidas el gastronómico sin tener que poner excusas.

Y este pedazo de menú, se merece un vinazo a la altura. El sumiller, José Luis, un tío encantador y la mar de animado. Te vende el vino mientras lo recuerda y lo saborea de nuevo. Se le va la cabeza con cada referencia que te dice. Y esas ganas se contagian. Además, la carta de vinos es más larga que el último de Ken Follet así que hay que confiar en él. Nos recomendó un Astrales de 2009. El precio, pues el doble que el de la referencia.

Y empezamos con los platos. El carpaccio de gambas, que no se lo que tiene pero oye, últimamente me lo encuentro en todos los menús degustación de michelines. Y es que hay veces que parece que los platos se repiten, cómo escribe Mikel Iturriaga en El Comidista. Pero es que está buenísimo.

De ahí pasamos a un cappuccino de hongos, foie y maíz que estaba fresco y lleno de sabor. El siguiente plato es el verdel en escabeche de manzana. El verdel jugoso y el escabeche muy suave. Un plato sensacional.

Y no veía el momento de que llegase este plato: Loncheja de ibérico con calamar y curry. Sencillamente espectacular. El toque de curry muy suave y la mezcla con los calamares y el cerdo genial.

Y llegado a este punto me doy cuenta que cambiaron este plato respecto al del menú. Nos pusieron una cigala buenísima con un caldo de foie y careta de cerdo tostada. También buenísimo y mejor el cambiazo que soy poco amigo de los rebozados!

El pescado: rodaballo con tomate semiseco y patas de calamar. Muy bueno pero no me pareció más suave que el resto de platos. Viene bien para rebajar un poco la intensidad de la comida que en estos momentos es brutal.

Y de ahí, a la carne. Pluma ibérica con hígado de oca fresco y puré de berros. Este plato fue la gota que colmó, el vaso, la botella, la garrafa y el pantano entero. Madre mía que bueno. Eso sí, según escribo veo que este plato tampoco coincide al 100% con el menú! Eso está bien hombre, a improvisar, a improvisar!!

Pufff y después e todo esto, cuando uno ya se va relajando… Torta del Casar en sus variantes con membrillo. Buenísimo el helado de torta!! Y a continuación un tocino de cielo sorprendentemente poco empalagoso y bueno. Y por último, sus trufas.



Cómo conclusión, que el sitio es una verdadera pasada y es toda una experiencia la visita. Al final, el sumiller nos enseñó la bodega, que es única en el mundo, y contándonos la historia de las botellas más relevantes de la misma. Todo un placer.